Paseando por las calles de la ciudad

Caminaba por las calle de Nueva York entre la multitud de humanos, los cuales la mayoría se me quedaban mirando: los chicos con deseo, las chicas con envidia. Pero ya estaba acostumbrada a todo eso.

Continué caminando tarareando una melodia de no sé que canción para mis adentros. Vi a una chica que me llamo la atención, evidentemente no era humana, por mi experiencia diría que es una musa. Me acerqué a saludarla.

-Hola -dije sin demasiada emoción en la voz.

Me giro cuando escucho la voz de una chica.
No estaba segura de si me estaba hablando a mí o no, pero al no detenerse nadie más y no llevar un móvil supuse que así sería.
-Hola-la saludé con una cálida sonrisa.
Todo el mundo la miraba. Era posible que fuera famosa o algo de eso, tal vez mis primas tenían razón y tenía que ver más la tele y menos leer porque a mí no me sonaba demasiado.

Me saludó con una cálida sonrisa, parecía amable y quizás demasiado inocente,pues no parecía saber quien era yo.
-Soy Afrodita -me presenté para que supiera con quien estaba hablando, aunque no quería para nada que se achantara-. Y tu eres... -esperé a que me dijera su nombre.

Me quede con cara de amms muy bien, pero hice lo posible para disimularlo.
-Encantada Afrodita, yo soy Alessandra. Lessa si lo prefieres-le digo estirando mi mano a modo de saludo-¿Qué tal?
La gente seguía mirándola por lo que hice un esfuerzo por recordar su nombre.
Si era una actriz o una modelo seguramente mi familia la habría nombrado en alguna ocasión.

Alcé una ceja un tanto confundida. No parecía haber oído a nadie nombrar mi nombre y eso me extrañaba de veras. ¿O acaso no sabía nada de dioses y ni siquiera sabía que ella misma era una musa?
-Bien, bien -dije quitándole importancia. Tenía demasiada curiosidad en averiguar más cosas sobre esa chica-. ¿Sabes quien eres?

Alzo una ceja confusa. ¿Qué si sabía quién era yo? ¿No le había dicho ya mi nombre? A lo mejor ella no lo había entendido. Quizás el sonido de los coches no le habían permitido escucharlo.
O a lo mejor es que tenía amnesia o algo así.
Me encogí de hombros.
-Sí, claro. Soy Alessandra Darcy, vivo en Nueva York desde... desde que nací-le dije algo confusa aún.

Vale. Definitivamente no sabía quien era, y encima me estaba tomando por medio tonta. Supongo que ya es hora de que alguien la diga la verdad, después de todo tarde o temprano lo acabaría descubriendo y cuanto antes mejor.
-Yo soy Afrodita, la diosa del amor -sí, esperaba que ahora me empezara a mirar raro o algo así-. Y tú eres una musa -ahora ya si que me tomaría por una chalada o algo parecido, pero era algo que tenía que pasar.

Vale. Me había topado con una loca. ¿De qué manicomio se habría escapado?
Miro a mi alrededor por si acaso había algún enfermero cerca, buscándola.
Nada, no había nadie.
-¿Esto es una cámara oculta? ¿Mary y Emily te han contratado para gastarme una broma? ¿Es que no se ríen ya bastante de mí en casa que tienen que hacer que todo el mundo se ría?

Suspiré y rodé los ojos. En realidad me daba pena la chica, le habían ocultado toda su vida la verdad y según decía sus primas le hacían la vida imposible, y para colmo viene una loca a soltarle que es una musa. Me crucé de brazos.
-¿Qué puedo hacer para que me creas? -dije esperándo encontrar la forma de que viera al realidad tal y como es.

Una farmacia, una farmacia...¿dónde había una farmacia cuando se necesitaba una? Estaba claro que la chica necesitaba tomarse su medicación.
¡Y de manera urgente!
-¿Algo para que... para que te crea?-pregunté algo desconcertada-Pues...¿no tendrás un don o algo así? ¿Verdad?

Ya está, la había liado. ¿Y si la chica se creía que podía volar o atravesar paredes? La torta iba a ser bonita.

Suspiré de nuevo. ¡Lo que tenía que hacer una para que la creyeran!... Frunció el ceño y se concentró mirándola a los ojos. "Espero que me creas ahora, porque no sé que más decirte para que lo hagas" -dijo usando su poder de telepatía, el cual usaba bien poco y solo cuando era necesario, pues le gustaba oir su propia voz.

Me quedé de piedra al escuchar su voz...¡No estaba moviendo los labios! Y sin embargo sonaba muy clara.
Tragué saliva, algo asustada.
-Va-vale. Eres la diosa del amor-le dije lentamente, intentando aceptar ese hecho-pe-pero yo...no soy...una musa. No...no tengo nada de especial, sólo soy...una chica del montón.

Bien. Primer paso conseguido, se había creído por fin quien era yo, ahora faltaba que se creyera quien era ella y ésto podía ser más dificultoso.
-No sé tu historia, pero te aseguro que reconozco a una musa cuando la veo -asentí con la cabeza y los brazos cruzados delante del pecho-. Creételo.

-Vale, supongamos que es cierto. ¿Eso convierte a mi familia en una familia de musas? Afrodita, creo que te estás equivocando. Si vieras a mis primas son de todo menos musas, y creemé. He leído mucho sobre ellas, por alguna razón siempre me ha llamado la atención ese tema.
Me encojo de hombros y comienzo a jugar con mi pelo, algo nerviosa.

-Que tú seas una musa no quiere decir que tus primas también lo sean -expliqué. Esto llevaría su tiempo-. Puede que tu madre sea musa, pero tu padre es posible que sea un humano en vez de un dios.

Me daba pena la chica, parecía que no la habían tratado demasiado bien y había tenido que sufrir un calvario de vida con menosprecios. No la gustaba que le hicieran eso a una musa.
-Te aseguro que por lo menos tu madre es una musa, e incluso puede que tu padre un dios, ya lo averiguaremos -tomé la decisión de que no podía dejar que la chica siguiera con la vida que tenía y que debía empezar la vida que la correspondía como musa-. Creo que es hora de que dejes a tu familia y empieces a vivir como es debido. Una musa es muy superior a cualquier panda de humanos necios y no tiene por qué aguantarlos.

-Afrodita, si estoy segura de que lo haces con buena intención y todo lo que tú quieras, pero...¿dónde quieres que me vaya? ¿A una academia para musas?

Reí por lo de pandas de humanos necios.

-Veo que has conocido a Mary y a Emily-bromeo mientras la miro.

-¿De verdad crees que mi madre era una musa? ¿Y qué yo lo soy?

-Estoy segurísima de que lo era, y de que tú lo eres también -sonreí para infundirla confianza-. Y a donde te quiero llevar... no es exactamente una escuela de musas, es una escuela fundada por los dioses, dónde podrás descubrir quién eres realmente y aprender a usar tus poderes -parecía un folleto de publicidad, pero era la manera de sacarla de entre los mortales para llevarla donde verdaderamente tenía que estar.

No dudaba en que la chica quería ir. Sonreí de medio lado.
-Soy Afrodita -dije como si eso lo dijera todo-. No tendrás ningún problema en entrar, te lo aseguro. Y por supuesto, yo te puedo llevar hasta allí, pero claro, antes debes de darme tu permiso para llevarte -parecía que al final había aceptado quien era realmente.

Cogí a la chica por los dos brazos y cerré los ojos para concentrarme. No era algo que hiciera a menudo pero la ocasión lo requería. La agarré con fuerza para desaparecer de Nueva York y dejar atrás al antigua vida de la chica.